La verdad que antes de convertirte en un empresario exitoso, deberás aprender un montón de cosas (algunas se entrenan previamente, otras se aprenden en el camino). Sin embargo la cantidad de conocimiento adquirido no garantiaza que te conviertas en un empresario de éxito, pues el saber debe acompañarse con actitudes y habilidades clave que marcarán tu iniciativa empresarial. Podemos enumerar las siguientes:
1. Alta tolerancia al riesgo: esto implica que deberás ser capaz de de mirar fijamente al abismo de la incertidumbre empresarial y no desfallecer, no sentir temor. Ante un riesgo de negocio siempre aparecen las dudas y razones para no seguir (algunas muy entendibles), como el bienestar familiar, los pagos, el tiempo invertido, etc. Un empresario de éxito será capaz de evaluar bien la situación y en la mayoría de casos, planificar para enfrentar el reto.
2. Excelente arte de vender: las cosas son simples, si no vendes no habrá ganancia y tu negocio se irá a la quiebra. Puedes tener el mejor invento del mundo, pero si no se puede comunicar su importancia para una variedad de grupos (clientes, empleados, proveedores, prestamistas), no vas a tener éxito. Debes saber vender y mejorar estas capacidades de venta.
3. Un temperamento independiente: Los empresarios siempre van contra la corriente. Empiezan las empresas cuando otros reducen gastos, que no se preocupan por ser tiempo rechazado una y otra vez, y que confíen en sus instintos.
4. Gran capacidad de negociación: se debe negociar bien en todos los aspectos del negocio, que como verás no son pocos. Se debe negociar desde el alquiler de una tienda hasta la contratación de servicios de diseño de sitios web. Un buen empresario se dará cuenta de que cada dólar ahorrado mantiene a su negocio en negocio a través de los picos y valles del flujo de efectivo.
5. Inteligencia emocional: Este es un término acuñado por el conductista y autor Daniel Goleman. Un empresario de éxito debe tener un conjunto de habilidades que le permita entender e influir en el comportamiento de uno mismo y los demás. Ser capaz de escuchar, razonar y persuadir es diferente a ser un buen negociador, pero igual de importante.